7/3/11

Manifiesto de las mujeres luna



Ella dormía de lado. Cara a la pared. Igual que niña. Y antes que niña. Sin apenas moverse. Como un volcán muerto. Como una piedra viva. Hasta que un dolor intruso y punzante en su pecho izquierdo expulsó a los sueños de las profundidades. Al principio confundió aquel daño inesperado con un toro blanco que emergía del mar para fecundarla y engendrar un monstruo. Luego creyó que le florecían acericos bajo las sábanas. Y después que una tormenta eléctrica le impactaba a un milímetro del corazón. Abrió los ojos. Asustada. Sudando. Se enfrentó al espejo. Desnuda. Con la yema del índice se presionó alrededor del pezón. Me duele. Abajo. Y activó sin quererlo una mina sin explotar. El oncólogo le dijo que era cáncer. Y que llegaba demasiado tarde para salvar el pecho, aunque justo a tiempo para conservar el resto de su cuerpo. Perdió peso. El pelo. Y el pecho. Pero no la luz de los ojos. Ni la sonrisa. Ni la esperanza. Ni la vida.  

Si tuviéramos que hacer caso de la etimología convencional, a y mazon equivaldrían a mujer sin pecho. De ahí nace el falso mito de las guerreras que se amputaban un seno para que no le estorbara al tensar sus arcos. Nosotras preferimos creer a Robert Graves quien le atribuye origen armenio a la palabra amazona: “mujer luna”. Como Pasífae. La mujer que brilla. La mujer que engendró al minotauro. El animal más humano. Más incluso que muchos hombres que matan y golpean a sus mujeres luna. Como ella. Hoy se ha vuelto a mirar al espejo. Se acepta. Distinta. Asimétrica. Y se siente luna blanca en mitad del cielo negro. Amazona. Guerrera. Viva. Mujer.

Milicias de mujeres luna se dejan la piel en las trincheras cotidianas para erradicar las secuelas que el cáncer de mama deja en otras mujeres luna. Y reclutan a más. Y más. Y más. Porque cada noche son más las que enferman y cada día más las que sanan. Son tantas que se han propuesto inundar de luces blancas el cielo negro que nos venden las cifras del desempleo y la cuenta corriente. Nada comparado con la vida. Qué hay más importante que el aliento para seguir amando al ser que más amas.

También son mujeres luna las que dieron el pecho a sus hijos y lo pierden ahora sin salir de casa. Todas ellas han aceptado con resignación que las mintieron, que no recibirán aquella paga prometida por trabajar a destajo en la clandestinidad de su hogar. Y también son mujeres luna las trabajadoras del campo andaluz. Las jornaleras. Estén en el tajo o paradas en sus pueblos. A todas y todos nos escama que la igualdad entre géneros se haya convertido en un tótem deslocalizado. Nuestros legisladores se limitan a copiar normas europeas, olvidando que los contextos jurídicos y materiales son radicalmente distintos para una mujer en Suecia que en Andalucía. Porque las políticas de igualdad parten de un presupuesto equivocado: no son iguales las diferencias. Un caso sangrante es el trato de las jornaleras andaluzas y mujeres de parados andaluces. Pronto se abrirá el plazo para inscribir niños y niñas en las guarderías andaluzas. Salvos casos excepcionales, se privilegia a las parejas con empleo y se penaliza a quienes no lo tienen. Este criterio obedece a una lógica impecable en sociedades con un paro insignificante: si un miembro de la pareja no quiere trabajar ni quedarse con el niño, que pague el servicio de guardería. Pero es una locura en sociedades como la andaluza donde una cuarta parte de la población no encuentra trabajo porque no lo hay. Eso implica una doble discriminación: antes que pagar los casi 300 euros mensuales por la guardería, uno de los demandantes de empleo se queda en casa. ¿Y adivinan quién es? La mujer. El centro pierde una plaza. Es decir, muchas. Y si es concertado, es más que probable que tiemblen sus cuentas y las piernas de las personas contratadas (mujeres en su mayoría). En consecuencia, se discrimina a la mujer parada y a la mujer trabajadora: una condenada a no encontrar empleo y la otra a perderlo.



También son mujeres luna las emprendedoras que trabajan día y noche fuera de casa para volver a trabajar en casa cuando regresan agotadas. Y las mujeres luna con carrera que están protagonizando una segunda emigración en busca de empleo cualificado fuera de Andalucía. No es un problema que tengan otras comunidades. Ocurre aquí y aquí debemos encontrar solución. Nosotras que somos feministas y andalucistas hemos aprendido que los hombres y las mujeres no habitan en burbujas en el limbo, sino en un espacio y tiempo concretos. En culturas y estructuras políticas concretas. Y con problemas concretos que se resuelven con partidas presupuestarias y competencias jurídicas concretas. No es igual ser mujer jornalera en Andalucía que Ministra en Madrid. Ni parada en Sevilla que en Cazalla. De ahí que necesitemos mecanismos jurídicos y económicos netamente andaluces para solventar los problemas específicos de las mujeres de Andalucía.

En verdad, todas las mujeres son mujeres luna. Todas somos mujeres luna. Y todas ellas, todas nosotras, como decía Adrienne Rich, “lo que necesitamos como mujeres no son expertos y expertas sobre nuestras vidas, sino la oportunidad de nombrar y describir las verdades de nuestras vidas tal como las hemos conocido”. Esta es nuestra verdad. Quieran los dioses o la ciencia que se extinga la especie de las mujeres luna porque ya no necesiten disparar más flechas. Y quieran los dioses y la ciencia que la luz femenina que irradian permanezca intacta sobre la tierra, para que las sombras del pesimismo inútil dejen de oscurecernos los ojos y de agriarnos la sonrisa. Porque nada hay comparado con la vida. Y la vida, como la tierra y la luna, como la paz y la esperanza, como la libertad, como Andalucía, tiene nombre de mujer. 

1 comentarios:

María Dolores dijo...

Sólo quería decirte que, a pesar de que la Ley de D`Hont ha vuelto a jugarnos una mala pasada, tu esfuerzo ha sido titánico y no debe caer en saco roto.

A veces pienso que Andalucía tiene lo que se merece. Muchas de mis compañeras han votado en blanco al tiempo que afirman "no poder ver al PP". No comprenden que los votos nulos y en blanco perjudican a las minorias. Sin embargo, quiero creer que, al final, Andalucía acabará conquistando a sus conquistadores, que habrá resquicios por donde se cuele la verdad, como este blog...

Tenía pensadas muchas cosas qué decirte pero lo único que se me ocurre es darte las gracias y mucho ánimo. Te necesitamos.

Un abrazo.

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by Carlos Azagra